ROMERÍA DE VALME

La Virgen en su carreta hacia la Ermita de Cuarto en Bellavista

ROMERÍA DE VALME

Cortejo de carretas acompañando a la Protectora de Dos Hermanas

ROMERÍA DE VALME

Estampa de la Romería de Valme de 1959

ROMERÍA DE VALME

Francisco Jiménez ultima con nardos la Carreta de la Virgen

ROMERÍA DE VALME

Francisco J. Sánchez exornando su carreta

miércoles, 1 de agosto de 2007

Otros veranos


Corral del Agua (foto: anónimo)
Desaparecido corral que se encontraba en la calle Céspedes


El otro día leía en el periódico el siguiente titular (casi igual a éste) con cierto asombro: "El calor dispara los niveles de ozono en Sevilla". Llegué a la conclusión de que el calor sofocante de estos días accidenta, también, nuestra naturaleza más etérea e invisible, como en el fenómeno de la evaporación. "Todo por culpa del acaloramiento" diría el más intrépido. Todo es posible. Pero, tal vez, es comparable la situación a que nuestra alma padiecese por amor, por culpa del fuego helado que diría nuestro Quevedo; aunque en nuestro caso, sería más bien del calor proveniente de Etiopía el que arrasaría nuestro ser, la Etiopía del Cuarto Libro de La Arcadia de Lope, originaria de la concepción ptolomeica de la Tierra a la hora de visionar dos inmensas regiones distintas: la Etiopía tórrida y la gélida Scitia, ambas para explicar las razones del amor petrarquesco1. Lejos de esta teoría aburrida y demagógica para el ciudadano de a pie, uno se pregunta quién nos ha explicado el peligro de los niveles de ozono o si debemos colocar algún ozonómetro en nuestras casas para salir sin riesgos de sufrir lipotimias, sudoraciones excesivas o, en casos extremos, visionar espejimos en la ciudad de las llamas. Todo se dificulta si la Sevilla de hoy es la ciudad del asfalto y de mastodónticos proyectos urbanísticos.

Alonso Morgado, sacerdote y vecino de la Sevilla del XVI y autor de una Historia de Sevilla, no entendería estas extrañezas de la naturaleza cuando en el capítulo VIII nos comenta con cariño:

Lo que yo puedo atestiguar con el maestro Juan de Malara es el aire de Sevilla ser caliente y húmedo en primer grado respecto de Córdoba y de los otros lugares de la frontera. Y estar la ciudad en ventisiete grados y medio llegada a la equinocial, seis grados más que Toledo y uno más que Córdoba, de cuya causa es más caliente naturalmente y por otras causas accidentales.

Y que mejor protección, nos afirma Morgado, al verano más caluroso que:

Los muchos jardines con sus encañados revestidos de mil juguetes, de jazmines, rosales, cidros y naranjos de industria aparrados, que como los mirtos forman también grandes tablas y mesas muy llanas, con todas las variedades de rosas y flores que se dan en Sevilla todo el discurso del año.

Pero si hay algo de encanto en esa Sevilla del recuerdo es la instantánea de los frescos patios ajardinados:

Los patios de las casas (que casi en todas las hay) tienen los suelos de ladrillo raspados. Y entre la gente más curiosa, de azulejos con sus pilares mármol. Ponen gran cuidado en lavarlos y tenerlos siempre muy limpios que con esto y con las velas que les ponen por lo alto, no hay entrarles el sol ni el calor en verano, mayormente por el regalo y frescor de las muchas fuentes de pie de agua de los Caños de Carmona que hay por muchas de las casas en el medio de sus patios.

Ciertamente, hoy el calor y el ozono nos podrá vencer y arrebatar imágenes del ayer pero siempre nos quedará un deseo vago, el susurro interior de un...


Quisiera descansar mis sueños de verano
bajo la alta y umbrosa parra

de un patio sevillano

1(Artículo interesante de Alberto Blecua: "Cifras y letras I", Anuario Lope de Vega, Barcelona, 1997, nº 3, pp. 199-210)

lunes, 30 de julio de 2007

Tal día como hoy, 30 de julio...

Se casó nuestro querido Antonio Machado allá por el año 1909 con Leonor Izquierdo, una jovencita que le cautivó profundamente tanto en cuerpo y alma. Contrajeron matrimonio en la iglesia románica de Nuestra Señora la Mayor. Los padrinos fueron doña Ana Ruiz, madre del novio, y Gregorio Cuevas, tío de Leonor. Aunque el acontecimiento pareciera inolvidable, por el carácter festivo y religioso, nunca menor fue el suplicio que supuso para el tranquilo de don Antonio y es que la diferencia de edad de los contrayentes, Antonio tenía treinta y cuatro y Leonor quince, levantó revuelo entre los curiosos sorianos de mentalidad rural y pueblerina. Que el recuerdo les guarde para la eternidad... y el sosiego.

miércoles, 28 de febrero de 2007

Este carnaval

Nadie se conoce, 1797-99, Fco. José de Goya y Lucientes

¿Quién guarda sinceramente las engañosas máscaras? ¿Si siempre nos vestimos con las mejores capas oscuras, damos vida a nuestras lenguas viperinas, a modo de matasuegras -nunca mejor dicho- y nos damos el maquillaje colorista de la mofa más hiriente? ¡Qué poco hemos aprendido de Juan Ruiz -Arcipreste de Hita-, Quevedo, Cervantes o Goya! Seguimos en la sociedad que no aprende de la literatura y el arte. Seguimos disfrazados de bellacos hipócritas, pese a quien le pese.


martes, 20 de febrero de 2007

Los febreros eternos ( y II )


Julia Espín

¿Qué debió sentir el joven Gustavo ante los ojos de Julia Espín, su gran musa? Han sido pocos los biógrafos que han destacado la figura de Julia en la vida de Bécquer. Las impresiones, en cambio, de Rafael Montesinos (1) son claras para entender la atracción que tuvo Bécquer hacia las hermanas Espín, y en especial hacia Julia; hermanas, en cualquier caso, emparentadas por vía paterna con Rossini y que conocieron el gusto familiar por las veladas literarias y musicales, veladas que se realizaban en casa de don Joaquín Espín Guillén, notable compositor, que se hizo rodear de personalidades como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gaspár Núñez de Arce, Tamberlick, los Romea, el violinista Jesús Monasterio, Stagno, etc. Todo un elenco de artistas.
Bécquer conocía por referencias estas reuniones pero el amor hacia Julia fue su llave secreta de acceso a este círculo cultural. Todo comenzó en una tarde de otoño de 1858 cuando Bécquer, paseando junto con su amigo Julio Nombela, se fijó en la joven Julia que estaba asomada al balcón de su casa, junto a su hermana Josefina. No despegó su mirada. La imagen de aquella muchacha le cautivó. Su amor fue tímido ya que tardó un año en subir las escaleras de la casa de los Espín y conocer el ambiente familiar y cultural. Parecería bonito pensar en una declaración amorosa en una tarde de febrero aunque, lejos de toda ñoñería, lo cierto es que pudo producirse en otro momento, en otro donde no se conocería las flechas anuales de Cupido, aquél en el que según Julio Nombela "inspiró a Bécquer todas las rimas amatorias". Sirva de ejemplo la "Rima XXIX" donde el amor es llevado a la poesía de la mano de Dante, donde Bécquer y Julia se conocen en la lectura al igual que los inolvidables amantes Paolo y Francesca.
(1) MONTESINOS, Rafael: Bécquer: biografía e imagen, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2005.

domingo, 18 de febrero de 2007

Los febreros eternos ( I )


Este es el mes del amor por excelencia o, al menos, eso nos recuerda la publicidad. Lejos de las imposiciones comerciales, hay otro amor: aquel que traspasa las fronteras temporales desde el ayer al hoy, y no se instala en una época concreta, es decir, existen además de febreros edulcorados muchos eneros, marzos, abriles, mayos y hasta diciembres fríos y eternos, en torno siempre a una llama de amor viva.
Una épica infinita de sentimientos que la encontramos en Doctor Zhivago donde la bella Lara es el espíritu inspirador de Yuri, la fuerza de la naturaleza, del amor en el paisaje que persiste a pesar del paso del tiempo, el suyo, el de la revolución bolchevique. Hay, pues, un canto amoroso triste y esperanzador. Las miradas de Lara son la melodía de la balalaika, la lira perdida de un Orfeo melancólico que se bate entre el amor adúltero y el deseado, ambiente ejemplificado en las escenas finales, en la casa helada, cuando Yuri se decide a escribir su poema "Lara" entre aullidos de lobos, las tenues luces y los sollozos de la amada que abrazan su tormento y su pasión.

sábado, 6 de enero de 2007

Ilusiones

[Epifanía, Giotto di Bondone, 1302-05, Capilla de los Scrovegni]

Tras las fiestas navideñas, y con el año estrenado, vienen muchas veces los típicos ejercicios de conciencia con las sucesivas preguntas, y miedos, que alguno en su vida se crea a tales alturas. Estos días y tras leer el blog de mi querido amigo Enrique he reflexionado un poco. Amparándome a la luz del recuerdo y la esperanza, quiero volver a sentir la inocencia del niño que fui, volver a las horas de sol y abrazos entre amigos, a la candidez de las sonrisas y, ante todo, no perder mis pasos en el camino si la ilusión me guía porque como dice Gaspar en el Auto de los Reyes Magos: "andemos tras el strela, ueremos el logar" el lugar donde se arrellanan nuestros objetivos, nuestros deseos, que con esfuerzo e ilusión podremos conseguir. Emprendo un nuevo camino. Gracias Enrique.