ROMERÍA DE VALME

La Virgen en su carreta hacia la Ermita de Cuarto en Bellavista

ROMERÍA DE VALME

Cortejo de carretas acompañando a la Protectora de Dos Hermanas

ROMERÍA DE VALME

Estampa de la Romería de Valme de 1959

ROMERÍA DE VALME

Francisco Jiménez ultima con nardos la Carreta de la Virgen

ROMERÍA DE VALME

Francisco J. Sánchez exornando su carreta

miércoles, 28 de febrero de 2007

Este carnaval

Nadie se conoce, 1797-99, Fco. José de Goya y Lucientes

¿Quién guarda sinceramente las engañosas máscaras? ¿Si siempre nos vestimos con las mejores capas oscuras, damos vida a nuestras lenguas viperinas, a modo de matasuegras -nunca mejor dicho- y nos damos el maquillaje colorista de la mofa más hiriente? ¡Qué poco hemos aprendido de Juan Ruiz -Arcipreste de Hita-, Quevedo, Cervantes o Goya! Seguimos en la sociedad que no aprende de la literatura y el arte. Seguimos disfrazados de bellacos hipócritas, pese a quien le pese.


martes, 20 de febrero de 2007

Los febreros eternos ( y II )


Julia Espín

¿Qué debió sentir el joven Gustavo ante los ojos de Julia Espín, su gran musa? Han sido pocos los biógrafos que han destacado la figura de Julia en la vida de Bécquer. Las impresiones, en cambio, de Rafael Montesinos (1) son claras para entender la atracción que tuvo Bécquer hacia las hermanas Espín, y en especial hacia Julia; hermanas, en cualquier caso, emparentadas por vía paterna con Rossini y que conocieron el gusto familiar por las veladas literarias y musicales, veladas que se realizaban en casa de don Joaquín Espín Guillén, notable compositor, que se hizo rodear de personalidades como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gaspár Núñez de Arce, Tamberlick, los Romea, el violinista Jesús Monasterio, Stagno, etc. Todo un elenco de artistas.
Bécquer conocía por referencias estas reuniones pero el amor hacia Julia fue su llave secreta de acceso a este círculo cultural. Todo comenzó en una tarde de otoño de 1858 cuando Bécquer, paseando junto con su amigo Julio Nombela, se fijó en la joven Julia que estaba asomada al balcón de su casa, junto a su hermana Josefina. No despegó su mirada. La imagen de aquella muchacha le cautivó. Su amor fue tímido ya que tardó un año en subir las escaleras de la casa de los Espín y conocer el ambiente familiar y cultural. Parecería bonito pensar en una declaración amorosa en una tarde de febrero aunque, lejos de toda ñoñería, lo cierto es que pudo producirse en otro momento, en otro donde no se conocería las flechas anuales de Cupido, aquél en el que según Julio Nombela "inspiró a Bécquer todas las rimas amatorias". Sirva de ejemplo la "Rima XXIX" donde el amor es llevado a la poesía de la mano de Dante, donde Bécquer y Julia se conocen en la lectura al igual que los inolvidables amantes Paolo y Francesca.
(1) MONTESINOS, Rafael: Bécquer: biografía e imagen, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2005.

domingo, 18 de febrero de 2007

Los febreros eternos ( I )


Este es el mes del amor por excelencia o, al menos, eso nos recuerda la publicidad. Lejos de las imposiciones comerciales, hay otro amor: aquel que traspasa las fronteras temporales desde el ayer al hoy, y no se instala en una época concreta, es decir, existen además de febreros edulcorados muchos eneros, marzos, abriles, mayos y hasta diciembres fríos y eternos, en torno siempre a una llama de amor viva.
Una épica infinita de sentimientos que la encontramos en Doctor Zhivago donde la bella Lara es el espíritu inspirador de Yuri, la fuerza de la naturaleza, del amor en el paisaje que persiste a pesar del paso del tiempo, el suyo, el de la revolución bolchevique. Hay, pues, un canto amoroso triste y esperanzador. Las miradas de Lara son la melodía de la balalaika, la lira perdida de un Orfeo melancólico que se bate entre el amor adúltero y el deseado, ambiente ejemplificado en las escenas finales, en la casa helada, cuando Yuri se decide a escribir su poema "Lara" entre aullidos de lobos, las tenues luces y los sollozos de la amada que abrazan su tormento y su pasión.